Los tarahumaras o rarámuris

Pueblo tarahumara
Los tarahumaras o rarámuris son una comunidad indígena del norte de México, en la parte de la Sierra Madre Occidental que atraviesa territorio del estado de Chihuahua y el suroeste de los estados de Durango y Sonora. El endónimo rarámuri significa "el de los pies ligeros" o
"corredores a pie", y proviene de rara, pie, y muri, correr. El 90%
de su población (57,000 habitantes) se asienta en el estado de Chihuahua. A los mestizos en general se les designa con el término chabochi, que significa "los que tienen barbas", y a los
que conviven con ellos y comparten su cultura les llaman napurega rarámuri
Etimología
Tarahumara también es como se conoce en castellano a la
lengua de este pueblo. La denominación "tarahumara" es la
castellanización de la citada palabra rarámuri, que debe pronunciarse con una r suave al principio,
inexistente ya que en este último caso se deformaría la pronunciación original,
sin erre fuerte. Según el historiador Luis Alberto González Rodríguez, rarámuri etimológicamente significa "pie corredor" y
en un sentido más amplio quiere decir 'los de los pies ligeros', haciendo
alusión a la más antigua tradición de ellos: correr. Ellos mismos se hacen
llamar "los de los pies alados" o "pies ligeros".
Ubicación
geográfica
Los tarahumaras ocupan una cuarta parte del territorio en el
suroeste del estado de Chihuahua (65 000 km²) en una de las partes más altas de
la Sierra Madre Occidental, conocida también como Sierra
Tarahumara.

Historia
El pueblo Tarahumara podrían haber
provenido de bering, hace aproximadamente unos treinta mil años, pero los
vestigios humanos más antiguos que se han encontrado en la sierra son las
famosas puntas clovis (armas
típicas de los cazadores de la megafauna del Pleistoceno) con una antigüedad de casi 15.000 años,
lo que nos permite datar la presencia de los primeros pobladores de la Sierra
Tarahumara.
La
economía de los primeros grupos étnicos tarahumaras se basaba
en la agricultura,
la caza y la recolección;
cultivaban maíz, calabaza, chile y algodón. Cada grupo tenía su dialecto de la lengua tarahumara y sus gobernantes, quienes se
encargaban de proteger el territorio contra las etnias vecinas y garantizar el
orden interno de la tribu.
Eran
belicosos y politeístas.
Creían en la vida después de la muerte y en la existencia de seres benévolos y
malévolos. Entre los benévolos consideraban al sol,
la luna, el médico, las serpientes y las piedras, que provocaban las lluvias y controlaban los
animales que cazaban. Entre los malévolos estaban los señores del inframundo que causaban la muerte y los
desastres naturales. Sus rituales comunales eran parte esencial de su cultura.
Adoraban el sol y la luna, celebraban victorias bélicas, la caza de
animales y la cosecha agrícola.
No
fue hasta 1606 cuando los misioneros jesuitas tuvieron
el primer contacto con los indígenas de la sierra. Según las referencias
históricas de la época colonial, la conquista y la evangelización inició con
los “chínipas”, muy relacionados con los guarijíos, etnia considerada como la más fiera de la
región en esos tiempos. Cuando llegaron permanentemente los religiosos a su
pueblo en 1632, su presencia provocó un levantamiento entre los
pueblos indígenas, quienes estaban descontentos con la labor evangelizadora.
Esta protesta la comandó el jefe “Combameai”. La primera revuelta
terminó con la muerte de dos religiosos, lo que originó una fuerte represión
por parte del gobierno de la Nueva España. Fue entonces cuando muchos guarijíos
huyeron y se internaron en las barrancas de lo que hoy es el estado de Chihuahua.
En
los siglos XVII y XVIII, cuando diversos grupos de agricultores y
comerciantes novohispanos invadieron
esta región, despojaron de gran parte de la tierra a los indígenas,
intercambiándoselas por productos como jabón, sal, mantas y otras baratijas;
algunos indígenas fueron
obligados a trabajar como peones, pagándoles muy poco. En cambio, otros
emigraron hacia las partes más recónditas de la sierra para protegerse y evadir
el trabajo forzado en haciendas y minas.
Es
ahí en lo más abrupto de la sierra donde se asentaron las misiones jesuitas
que, sin mucha controversia, muchas veces sirvieron de refugio a los abusos
cometidos contra los indígenas. La expulsión de la orden del Imperio español significó
un retorno de los tarahumaras a la vida seminómada que llevaban. Por otra parte
este acontecimiento les dejó completamente aislados en los altos de la Sierra. Eso les ayudó a conservar su cultura y a
desarrollar un singular sincretismo religioso que todavía existe y es único en
México por su mezcla de catolicismo y chamanismo.
En
el año de 1856, mediante la ley de la desamortización de los bienes
eclesiásticos, los mestizos de la zona ocuparon las tierras pertenecientes a
los pueblos de misión habitadas por tarahumaras, quienes se vieron obligados a
abandonarlas. Pero no sería hasta 1876 que se rebelarían, cuando fueron
obligados a partir de las pocas tierras que les quedaban, pero esta vez serían
respaldados por el gobierno del estado que abogó por ellos.
Se
registraron otros dos levantamientos: uno en Agua Amarilla[¿dónde?] en
1895 y otro en Chinatú (cerca de Guadalupe
y Calvo) en 1898.23

Sociedad
El
inhóspito medio donde habitan los tarahumaras impone la existencia de familias
pequeñas, sus parcelas difícilmente pueden mantener a más de cuatro o cinco
miembros de la familia, en la que el “imberbe”,
a los 14 años de edad, es considerado ya un adulto por el resto del grupo. Así,
el hogar tarahumara, la unidad más persistente y definida en su vida, responde
a las modalidades originales de su psicología y, al asegurar las bases
económicas del matrimonio, existe una función social, impidiendo uniones
permanentes entre discapacitados físicos o mentales, o entre faltos de carácter
o de sentido de responsabilidad.
Estructura familiar
El padre
utiliza un término diferente para referirse a su hijo (Nolá) y su hija (Malá),
pero la madre emplea un mismo nombre para todos sus hijos (Ránala). Por su
parte, aunque tanto los hijos como las hijas tienen un término diferente para
designar al padre, ambos usan el mismo para la madre. (Bennett y Zing) En el
idioma rarámuri se usa la palabra Teweke para referirse a la niña y Towí para
el niño.
A los
hijos nunca les regañan, y desde muy pequeños les dejan la responsabilidad del
cuidado de algunos animales o tierras y sobre todo de decidir por ellos mismos.
La joven
tarahumara nunca expone su cuerpo después de los 6 años de edad; aún casada, no
se quita la ropa frente al marido e incluso hace el amor vestida. La reserva
frente a las experiencias sexuales se rompe en las “tesgüinadas”, donde
el joven puede entablar comunicación y contacto con la chica y es una forma
aceptada de iniciación libre.
En la
vejez, el tarahumara vive en una casa separada, a donde sus hijos le llevan
presentes de comida y ropa; cuando muere, se le incinera en alguna cueva o en
un cementerio (si es que está bautizado) y se hacen complicadas ceremonias para
que su alma viaje sin tropiezo.
En la
filosofía rarámuri es primordial el respeto a la persona, por lo que los
visitantes o turistas deberán también ser respetuosos con ellos y sus
tradiciones, como ellos lo son con toda la gente. Valoran más a las personas
que a las cosas.
Los
habitantes, mestizos e indígenas de la comunidad tarahumara
conviven en un medio social que no favorece a los rarámuri, debido al despojo
de casas y hogares amenazados. Esta situación adquiere dimensiones adicionales
por la carencia de una adecuada infraestructura para los servicios de salud y
educación, en la proliferación de enfermedades y desnutrición infantil, en las
muy limitadas alternativas para fortalecer la economía doméstica, en la escasa
disponibilidad de electricidad, agua potable, y vías de comunicación, que se
agravan con frecuencia por el impacto de los caprichos del clima y las
prolongadas sequías.
Vivienda
Sus chozas
de troncos de árbol, trabadas horizontalmente, salpican las laderas de las
montañas a los lados de los arroyos y en las altas mesetas. La parte superior
se deja abierta en un lado para que salga el humo del fuego que constantemente
arde en la pieza de piso de tierra aplanada. El techo es de tabletas o de
troncos acanalados. En sus habitaciones, las mismas desde tiempos
precolombinos, no se acostumbran las sillas, las mesas o las camas.
Estilo de vida tarahumara
Perduran
los utensilios de sus abuelos como metates, jícaras, molcajetes, vasijas de barro y bateas.
Algunos duermen sobre tarimas o sobre un cuero de chivo en el suelo. No pocos
viven en cuevas; las tapias de piedra los guarecen mejor de los vientos y de
las lluvias e impiden la entrada a los animales. En las barrancas predominaba
las construcciones de piedra y lodo por la escasez de madera. Los hogares, por
familia, consisten de dos habitaciones generalmente pero a veces la cocina es
también comedor, recámara y sala. La única puerta la abren en el centro del
muro.
Generalmente,
los tarahumaras tienen carencia de servicios de salubridad y por su mala
alimentación los agobian las enfermedades, entre ellas: dispepsias, enteritis agudas, congestiones
alcohólicas, cirrosis de
hígado, pulmonía, tosferina, tuberculosis pulmonar y sarna.
Matrimonio
El matrimonio es monógamo, aunque hay casos
frecuentes de poligamia. Los recién casados prefieren la residencia matrilocal.
Se evita la unión entre hermanos y primos, pero en si no hay reglas para esos
enlaces. Se acostumbra el matrimonio a prueba, por un año, durante el cual la
muchacha se va a vivir con el joven. La mujer embarazada trabaja hasta el último
momento. A punto de dar a luz, se retira a la montaña, hace un lecho de yerba
junto a un árbol, y apoyada en él, pare, lava al niño y quema el cordón
umbilical, el cual entierra.
Generalmente,
los tarahumaras se casan muy jóvenes; antes de los 16 años. En las “tesgüinadas”
–que son a la vez reuniones sociales y de carácter económico– se conocen y se
tratan todos los miembros de la comunidad. Allí se hacen los noviazgos con
plena libertad de selección, aunque es frecuente que la mujer tome la
iniciativa en las relaciones amorosas, cantándole, bailándole en frente y
llamando la atención del muchacho, tirándole guijarros.
Celebrado
selváticamente el matrimonio, al domingo siguiente los casa oficialmente
el gobernador, ante la presencia de los demás
miembros del grupo. Como se comprenderá, estos matrimonios son monogámicos y
endogámicos, en lo primero influye la tradición, y en lo segundo, factores
geográficos, la falta de comunicaciones, diferencias en cultura, idioma y economía.
Es
evidente el estilo propio con que el indígena ama. El tarahumara, al casarse,
lo hace más por cálculo que por amor. Piensa más en lo práctico y lo
utilitario, así como en lo fisiológico, que en la espiritualidad de su mujer.
Le interesa más la salud de su mujer y que esta sea "nueva" (es
decir, joven, fuerte y trabajadora), que su alma. Esto no quiere decir, sin
embargo, que carezca él de una tonalidad amorosa propia. Prefiere el uso de su
fuerza a los refinamientos eróticos.
Fiestas
La
antropóloga Ana Paula Pintado4 en la investigación de sus
estudios doctorales de identidad y fiestas rarámuri, al
hacerse la pregunta de por qué la importancia de la fiesta,
afirma:
las fiestas son la base para la reproducción social, la manera de
mantenerse como grupo. Son también parte importante de su principal forma de
ayudarse, el kórima. Es en las fiestas donde se casan, donde se forman las
parejas, donde construyen sus redes de parentesco. Es ahí donde se resuelven
los problemas de la comunidad, donde las autoridades, como el gobernador, el
segundo gobernador, el comisario ejidal y el comisario policía, dan el
nawésari, el discurso, en el que, de forma muy solemne y durante varios
minutos, recuerdan a la gente lo que es ser un buen rarámuri
Indumentaria
En muchas comunidades el tarahumara
ha adoptado la indumentaria occidental. Sin embargo, aún conserva la vestimenta
tradicional, preferentemente, en el caso de los hombres, y siempre en las
mujeres. Las blusas o camisas de colores brillantes, estampados, a veces floreados, son usadas por hombres
y mujeres.
Las faldas son
muy apreciadas por la mujer, quien viste muchas a la vez, una encima de otra,
lo que le da esa apariencia de bellamente esponjada. Le sirve de adorno, de
abrigo y, además, parece envolverla en mil colores. Los hombres visten un
calzón de manta llamado tagora. El cinturón lo
usan por igual hombres y mujeres. Están tejidos con dibujos propios y los
utilizan para sostener pantalones, zapatos y faldas.
El huarache rarámuri
(akaka) es muy peculiar: tiene una suela ligera,
y correas hasta el tobillo; actualmente utilizan llantas usadas para la suela
de sus huaraches. Aunque también es muy común ver a mujeres y a niños
descalzos.
La
“koyera”, cinta usada para mantener el pelo en su lugar, es la prenda
más distintiva del pueblo tarahumara y la portan con orgullo hombres, mujeres y
niños. En algunas comunidades el largo de las puntas da referencia sobre la
condición económica del portador, cortas para cuando tienen poco dinero y
largas para cuando su condición es holgada, cabe destacar que en algunas etnias
esta costumbre se basaba en saber quién era la familia más fuerte
económicamente.
La cobija es una prenda muy importante que sirve
para abrigo durante los días fríos y como cama en la noche. Generalmente, las
tejen de la lana de sus propias ovejas y la aprecian mucho, de tal manera que
sólo la intercambian o apuestan en ocasiones importantes.
Gobierno
Los tarahumaras tienen un espíritu democrático,
y en ninguno de los actos de su vida se pone de manifiesto tan elocuentemente
como en la elección de su gobierno tribal. Consta éste de un gobernador o “Siríame”,
quien es el jefe del grupo; un mayor, especie de juez civil; y varios policías,
que son los mandaderos, los que hacen cumplir las disposiciones del gobernador.
Son raros los casos en que ellos no resuelven sus problemas en sus concilios
dominicales, por lo que las autoridades estatales y federales sólo vienen a ser
figuras míticas en la mayoría de las ocasiones.
El Gobernador o Siríame,
frecuentemente el más viejo y experimentado de la comarca, cuya actividad más
importante es ofrecer a la comunidad, generalmente congregada los domingos,
nawésari o sermón en el que se ventilan los problemas de la colectividad. El
Gobernador es auxiliado a veces por un segundo gobernador, un capitán, un
teniente, un fiscal y varios soldados.
Sin
embargo, la comunidad en asamblea es la autoridad suprema; ella elige y
dispone a sus autoridades, desde el Siríame que preside las reuniones, dirige
el sermón, conduce las ceremonias religiosas,
concierta partidos deportivos, juzga los delitos cometidos.
Todos
los miembros de la comunidad asisten a las tesgüinadas, desde el alcalde, el
teniente, el capitán, el mayor y el fiscal hasta las más humildes gusíwame.
El
gobernador, quien es electo de por vida generalmente ejerce su cargo durante 5
o 10 años; la votación se hace por aprobación unánime, en voz alta. Nombrados
los distintos candidatos por el gobernador saliente, el que obtiene mayor
vocerío es declarado su sucesor, y en él queda depositada la autoridad civil y religiosa. Esta autoridad la
personifica el disora o bastón, acompañante inseparable que, ya lo clave en el
suelo o lo recargue en una cruz, es obedecido sin protestas por todos. Sin
embargo, hasta hoy ningún Siríame ha logrado tener control de todo el
conglomerado tarahumara. Cada "pueblo" tiene su gobernador y las
demás autoridades indígenas, pero su influencia política rara vez trasciende
los límites de su comunidad.
Los guías espirituales los doctores son los owirúames. Aunque existen
también los Sokoruames que se encargan de hacer el mal. Al hombre blanco o
mestizo le denominan chabochi, al cual rehuyen argumentando que engaña, roba,
acumula, despoja, invade sus tierras, es ventajoso, destruye el bosque, no comparte
ni es justo, todos ellos grandes valores que los rarámuris llevan hasta sus
últimas consecuencias.
Tradiciones
y religión
Los tarahumaras son muy religiosos
pero practican sus creencias al margen de iglesias. De acuerdo a reconocidos
científicos como Richard Evans Schultes y Wade Davis este pueblo es digno de admiración,
pues ha preservado muchas de sus costumbres, a pesar del dominio y la
imposición de las iglesias europeas.
Se
organizan en torno a los cantores (maynates) y rezadores, ancianos que ofician
y conducen las ceremonias al ritmo de sus sonajas que hacen con bules y sus cantos
guturales donde van narrando y describiendo la vida de los animales del monte
como los lobos, coyotes, mulas y zopilotes.
Gran
parte de las tradiciones actuales de los rarámuris son una apropiación de lo
aprendido de los misioneros jesuitas durante
los casi 150 años que convivieron en la época colonial. Luis G. Verplancken .
Sus
complejas celebraciones místico-religiosas están conformadas por danzas,
tesgüinadas y ofrendas, en las
que nunca falta la bebida tradicional de maíz llamada tesgüino. Para ellos la danza es una oración; con la
danza imploran perdón, piden lluvia (para propiciarla se baila la danza de “dutuburi”),
dan las gracias por ella y por la cosecha; danzando ayudan a "Repá
betéame" (El que vive arriba), para que no pueda ser vencido por
"Reré betéame" (El que vive abajo).
Puede
afirmarse que el tarahumara ha conservado su vieja cultura con sorprendente tenacidad.
Desde hace varios siglos emplean los mismos dibujos, los mismos símbolos en sus
obras artísticas, en sus fajas, cerámica y cobijas. A sus muertos continúan
dejándoles comida para el viaje sin retorno y les "ayudan" a subir al
cielo mediante la celebración de tres o cuatro fiestas, según si el difunto es
hombre o mujer. Aunque en muchos casos el significado de ritual ha
desaparecido, éste ha demostrado gran vitalidad para subsistir.
Todos
sus movimientos se han mantenido vivos, latentes y aún han influido en algunas
ceremonias de la Iglesia católica.
La existencia del patio para las ceremonias rituales, el humo, que es el
incienso del tarahumara, el rocío de los cuatro puntos cardinales, y los
cánticos ininteligibles se practican religiosamente, pero no pueden los
tarahumaras darnos una explicación mitológica de todo esto.
El
Chamán (sukurúame) emplea prácticas ocultas para hacer el mal. y el Owiruame es
el sanador bueno, en los días antiguos se transportaba de un lugar a otro en
forma de ave, al llegar a su destino recuperaba su cuerpo, a veces viajaba
junto con su familia.
El chamán es el guardián de las costumbres sociales de un pueblo.
Sus obligaciones como especialista ritual y terapéutico le obligan a ser un
defensor del orden tradicional. Su función es establecer un equilibrio entre el
cuerpo y el cosmos. Algunos chamanes utilizan el peyote (híkuli) para sus curaciones, esta planta alucinógena
tiene un uso restringido y sólo los chamanes saben la cantidad que se
utilizará, así como su recolección y almacenamiento. Se usa como ungüento en la
piel para sanar reumatismo, mordeduras de serpiente y otras dolencias. En
ciertos lugares solo se usa el Jiculi para curar, y en otros la Bakanoa, son
plantas sagradas que tienen asegurada su territorialidad. y los de un lugar no
se atreven a mencionar la planta del otro lugar.
Uso ritual
del peyote
El siguiente es un extracto del libro El río, exploraciones y descubrimientos en la selva
amazónica de Wade Davis.
Para los tarahumaras el peyote es el hikuli, el ser espiritual sentado al lado del Padre Sol. Es una
planta tan potente que portaba cuatro caras, percibe la vida en siete
dimensiones, y a la que nunca se puede permitir reposar en el hogar de los
vivos. Para recoger el hikuli los tarahumaras viajan lejos, hacia el sureste, más
allá de las estribaciones de la sierra, en el desierto. Allí encuentran la
planta al escuchar su canción. El hikuli nunca deja de cantar, incluso después de ser
recolectado. Un hombre le contó a Lumholtz que al volver al desierto había tratado de usar como
almohada su bolsa de hikuli. Su canto era tan alto que no podría dormir. Ya seguros en
casa, los tarahumaras exteienden el hikuli en mantas que luego pringan por encima con sangre, para
luego guardar con cuidado las plantas secas hasta que las mujeres estén prontas
a molerlas en un metate hasta convertirlas en un espeso líquido ocre. Se hace
una gran hoguera, con leños orientados hacia el este y el oeste. Sentado al
oeste del fuego, un chamán traza un círculo en la tierra dentro del cual dibujaba
el símbolo del mundo. Coloca en la cruz un botón del peyote y lo tapa con una
calabaza invertida que amplifica la música y placía al espíritu de la planta.
El chamán luce un tocado de plumas, que le infunde la sabiduría de los pájaros
y evita que los vientos malignos entren en el círculo de fuego. Después de las
porciones el peyote pasa de mano en mano y hombres y mujeres envueltos en telas
blancas y descalzos empiezan una danza que dura hasta el amanecer. Luego, a la
primera señal del sol, el chamán y su gente se paran hacia el este y se
despedían con los brazos del hikuli, el espíritu que había descendido llevado por las alas de
palomas verdes, para partir luego en compañía de una lechuza.5

Mezcla de
religiones
Los tarahumaras tienen como Dios principal una fusión de Cristo con su dios, al cual denominan Onorúame, quien hizo al
mundo y lo regula. Las concepciones religiosas incluyen el concepto del alma y
el de su pérdida. El hombre está rodeado de seres malignos y benignos; el
viento es bueno y el tornado es malo. Se han añadido a sus creencias los
nombres de Jesús, María, Dios, infierno y pecado, el uso del rosario y del
crucifijo y el santiguamiento.
La Semana
Santa
Al llegar los misioneros a la sierra
trataron de enseñar a los rarámuri ciertos pasajes evangélicos de la Semana Mayor, celebraciones
que fueron de gran agrado para los indígenas. En todas las partes donde hay un
templo se siguen haciendo estas celebraciones siguiendo el mismo patrón que los
misioneros les enseñaron. En estas fiestas colocan ramas de pino que marcarán
el camino de las múltiples procesiones; aquí participan principalmente dos
grupos: el de los fariseos (bandera
blanca) y el de los soldados (bandera
roja); ambos tienen capitanes que los dirigen, tenaches que cargan con las
imágenes de los santos y los pascoleros que participan con la alegre danza del
pascol, usando cascabeles alrededor de los tobillos bailan al son de los
violines y flautas.
Un
dato interesante es que los rarámuris representan a los chabochis(los
blancos, mestizos, los mexicanos) en el grupo de los malos (fariseos), los
cuales se pintan de blanco y representan a los partidarios de Judas, que en la
danza simbólicamente andan en todas partes y dominan la situación, pero al
final son vencidos y triunfan los representantes del bien: los soldados.
Danzas
rituales
Las danzas que realizan los
tarahumaras no son exactamente bailes sociales, sino ceremonias llenas de
significado; son una plegaria en pantomima, cuidadosamente ejecutada, y jamás
cambiada por la inventiva. Pocas ceremonias tienen la afinidad del actor y el
espectador inherente en estas danzas, hilos de comprensión tejido en la tela de
la vida de la tribu, motivación espiritual de costumbres y creencias. Para el
observador curioso podrán parecer un retroceso raro, de fondo impresionante, e
indumentaria artística, pero, esencialmente, entretenimiento. Mas, para ellos,
significan mucho más, pues a través de sus danzas se desenvuelve su cultura y
en ellas expresa sus esperanzas, sus temores, los tormentos de su alma, sus
anhelos de vida mejor, y sus plegarias por felicidad y alegría. Bailan para
agradecer bendiciones o para alejar los maleficios y para evitar las
enfermedades, el sufrimiento y la tragedia.
A
través de sus danzas se ponen en comunicación con Dios. Al son del ruido
isócrono que producen sus sonajas, con unción religiosa, ejecutan el Tutugúri y
el Yúmare, tan parecidos al mitote de los huicholes y tepecanos del Sur; las pascolas y la Raspa del jícuri (jíkuri
sepawáame).67
El
baile Tutugúri, es deprecatorio y generalmente se ejecuta de noche,
especialmente en época de cosechas. Lo bailan toda la noche, y al amanecer se
comen las ofrendas que habían colocado al pie de las creces. Tanto este baile
como en el Yúmare no se tocan el violín y la guitarra, sino
nada más acompaña al canto del sacerdote la sonaja. Con excepción de la Semana
Santa, los Matachines –baile de la época colonial– se bailan en todas las
fiestas al son de guitarra y violín.
Es
interesante observar que la característica más notable es el silencio. La vida
nómada y las tesgüinadas no se prestan para una extensa mitología o para un acervo de cuentos y leyendas

Festividades
Las
fiestas son una parte importante de su cultura porque conserva su identidad.
Entre las ceremonias más trascendentes están las que realizan durante el ciclo
agrícola, en fechas del calendario católico y cualquier acontecimiento
familiar como el nacimiento de un hijo.
La
tradición es que cada hombre organice tres fiestas durante su vida y la mujer cuatro
porque es la más propensa al pecado y debe pagar
más. Un elemento básico de la ceremonia es la presencia del cantor, quien desde
que se oculta el sol, cuando inicia la fiesta, hasta la madrugada del día
siguiente entona los cantos que sirven de fondo para que hombres y mujeres
dancen. También bailan la “Pascola” que acompañan con música de arpa y violín.
En la
etnia de los guarijío, cuando
alguien de la comunidad muere, se realizan tres velaciones, pues consideran que
debe volver a recoger sus huellas por los lugares donde pasó y en caso de no
hacerles las ceremonias se convierten en almas sin descanso. Al igual que los
tarahumaras, pima y tepehuanes, beben tesgüino durante los rituales, lo que
acarrea problemas de violencia.
Tesgüino
Del
nacimiento a la tumba, a propósito del ciclo agrícola, de las fiestas, del
trabajo compartido al servicio de la comunidad, el “tesgüino” los
acompaña para subrayar la convivencia, el esfuerzo común, la celebración
especial, es el alimento fundamental de los dioses. Por esta razón se ofrece al
sol y a la luna, a los cuatro rumbos del universo, a las milpas y
a los innumerables espíritus del cosmos.
Los matachines
Son los
bailarines que actúan en las fiestas de la iglesia. Se distinguen por el
brillante colorido de su atuendo. La danza matachín es ejecutada por un número
par de bailarines, ocho o doce, que bailan acompañados de violines y guitarras.
Es un baile de movimiento, giros y cambios rápidos, ejecutado en dos hileras de
danzantes bajo la dirección del jefe. Los chapeones marcan el ritmo lanzando
gritos en falsete, además de ser la única persona que usa máscara, también
revisan que la indumentaria de los danzantes sea la establecida.
Las carreras de bolas (rarajípari)
Este es un
juego de pelota muy común entre los tarahumaras y guarojíos. Es también el acto
colectivo más importante que llevan a cabo los hombres tarahumaras. Consiste en
lanzar con el empeine del pie una bola (komakali) hecha de raíces de encino u
otro árbol y correr descalzo detrás de ella
hasta alcanzarla. Con esta carrera los equipos realizan apuestas, resulta
ganador quien llegue a la meta, la cual a veces está a 200 kilómetros de distancia. Las carreras pueden
durar hasta dos días, toda la comunidad apoya y ayuda a sus competidores: les
llevan agua y pinole, iluminan su camino durante la noche con ocotes encendidos,
les echan porras, e incluso corren con ellos a lo largo de toda la ruta. Las
mujeres también juegan a lanzar dos pequeños aros entrelazados, a lo que le
llaman rowena. Con las carreras representan la razón de ser de su existencia:
el correr.
Procedimiento del Rarajípari
·
Se juega en equipos, cada equipo es de 5 integrantes, y utilizan un
los llamados palillos, que se asemejan a una cuchara de un metro de largo.
Están hechos de una sola pieza de madera de encino. En la punta miden tres
centímetros de ancho y se van ampliando hasta alcanzar unos veinte centímetros
donde empieza la cuchara.
·
Junto a los palillos entierran la
pequeña pelota de madera, del tamaño de una de golf.
Antes de empezar hacen las apuestas. Puede ser en efectivo o prendas. También
el público apuesta.
·
En cuanto gritan que inicia el
partido, los diez jugadores agarran su palillo y amontonados buscan la pelota
enterrada. El juego consiste en aventar la bola con el palillo para el lado
contrario.
·
El equipo que llega primero a la meta
gana. Fijan un espacio de aproximadamente un kilómetro a lo largo del arroyo.
·
No hay reglas para quitarse la
pelota. Se empujan, se avientan y suben por la ladera en busca de la bola.
·
Después de una reñida competencia,
descansan un rato y continúan con el juego de pelota. Participan los mismos
integrantes. En este caso la bola es más grande, de unos veinte centímetros de
diámetro, y la avientan con el pie. En este juego no disputan el balón. Cada
equipo tiene el suyo, gana el que llegue primero a la meta. Deciden dar tres
vueltas aproximadamente un kilómetro cada una.
·
Antes de hacer las apuestas, los
indígenas se quitan un huarache para pegarle con más facilidad a la pelota. Así
continua el juego hasta que el equipo ganador logra llegar a la meta.

Mito
de la creación tarahumara
“Dios creó
a los rarármuris y el diablo a los chabochis”. Bajo la premisa de esta leyenda
que se transmite por tradición oral entre los indígenas de la Sierra
Tarahumara, subyace una realidad insoslayable: la pobreza y la marginación de
las etnias que habitan el territorio e.
Según
otros historiadores, contrario a el Sr. Luis González, el vocablo Rarámuri
significa "hijos del Sol". El vocablo Rayénari significa
"Sol" o "Estrella luminosa" siendo el Sol su dios
principal.
En la
leyenda, Dios se enoja con los rarámuris porque perdieron una competencia ante
los chabochis. Y de allí devino una sentencia que se ha convertido en práctica
ancestral, que durante siglos ninguna autoridad, ni divina ni humana, ha podido
erradicar: “...Les dijo que de ahí en adelante serían pobres (los rarámuris) y
los chabochis ricos”.
El Sol y la Luna
Es
creencia general entre los tarahumaras el hecho de que en un principio todo lo
era el Sol y la Luna porque
que en forma de niños vivían solos, vestidos únicamente con hojas de palmilla y
habitaban una choza de palos revocados con lodo y techo de palma. Estos niños
no poseían ningún bien terrenal: ni vacas, ni chivos, ni gallinas, ni borregos,
ni cóconos. Los dos niños eran de color oscuro y el lucero de la mañana era el
único que brindaba luz a la tierra pecaminosa. La luna se comía los piojos de
la cabeza del sol y el lucero de la mañana los vigilaba.
Poco
después varias centenas de tarahumaras no hallaban qué hacer en tanta
oscuridad. No podían trabajar y tenían que tomarse de la mano para no tropezar
con las piedras y caer a los barrancos. Pero he que un día curaron al sol y a
la luna tocándose el pecho con crucecitas de madera de madroño mojadas en
tesgüino, y poco a poco el sol y la luna empezaron a brillar y a dar luz.
Cuando el mundo se llenó de agua (diluvio), un niño y una niña tarahumara
subieron a la montaña llamada Lavachi (guaje), situada al sur
de Panaláchic, de la cual llegaron cuando el agua desapareció
llevando consigo tres granos de maíz y tres de frijol, y como todo estaba
blando con tanta agua, las plantaron en una roca, se acostaron y tuvieron un
sueño aquella noche. Posteriormente cosecharon, y de ellos descienden todos los
tarahumaras.
La leyenda de Basaseachic
Ocurrió en
tiempos inmemorables, cuando el mundo estaba tiernito, antes de que llegaran
los españoles a esta tierra. Candameña era el amo y señor de
la Alta Tarahumara. Tenía una hija llamada Basaseachic, de
extraordinaria belleza.
Muchos
aspiraban a ella y el celoso padre les impuso una serie de difíciles pruebas.
Cuatro de ellos las superaron: Tónachi, señor de las cimas; Pamachi,
el de más allá de las barrancas; Areponápuchi, el de los verdes
valles; y Carichí, el de las filigramas de la cara al viento.
Pero en la
última prueba que Candameña les impuso todos murieron. Basaseachic,
desesperada, se arrojó al abismo. Su caída se transformó en cascada por la
poderosa magia del brujo del lugar. Desde entonces su cuerpo no ha dejado de
fluir por las profundidades de la barranca.
Nunca se
supo de Candameña, la tristeza lo invadió y desapareció, aunque muchos creen
que su espíritu vaga por la barranca buscando el cuerpo de su amada hija.

Presencia
en los medios
La
mitología tarahumara fue llevado a un videojuego de aventura llamado
"Mulaka: Origin Tribes" creado por la empresa de desarrollo de
videojuegos Lienzo en objetivo del juego es combatir diferentes fuerzas espirituales
presentes en la cultura tarahumara mediante armas y poderes sobrenaturales.8
En su
libro el "El río" el autor Wade Davis dice: "Por los diarios del
explorador noruego Carl Lumholtz supo
que los tarahumaras, unos indios de la Sierra Madre
Occidental de México, eran los mejores corredores del mundo.
en carreras sin descanso y llevando un botón de peyote y la cabeza disecada de un águila
bajo el cinto para protegerse de la brujería, los hombres tarahumaras podían
trotar más de doscientos kilómetros. Un empleado del servicio postal mexicano,
en cinco días, había entregado una carta a novecientos sesenta kilómetros de distancia" 9
Deportes
Juegos
Olímpicos
En 1928,
el gobierno Mexicano ingresó a dos Tarahumaras al Maratón, obtuvieron los
lugares 32 y 35, quejándose de que la carrera fue muy corta.10
Actualmente
se realiza la prueba maratón blanco https://www.xmigrations.com/2018/04/23/la-leyenda-de-los-corredores-tarahumaras/

Otras
competencias
En el 2018 la rarámuri María Lorena Ramírez queda tercera en un ultramaratón tras correr 102
kilómetros por el Teide, categoría Senior (de 18 a 39 años) femenina
Cultura
Popular
La cultura tarahumara inspiro a los creadores de videojuegos
del grupo Lienzo, quienes publicaron un videojuego basado en algunas
características de dicho pueblo, el juego llamado Mulaka fue lanzado a inicios
de 2018
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