Los huaves son uno de los pocos pueblos de México que
hicieron de la pesca y de los productos del mar su manera de subsistir,
mientras que la mayoría de grupos étnicos mexicanos, e incluso de Mesoamérica,
se arroparon al abrigo del maíz, creando una cultura a su alrededor y haciendo
de él un centro de referencia.
Y así como el maíz ejerce de punto principal en las
creencias y representaciones de muchos pueblos, para los hueves es el agua, el
elemento que articula y conecta la mitología con la economía. Ya en los
primeros registros históricos que existen de la región, elaborados por las
autoridades de la colonia, queda plasmada la importancia y el papel que
ejercían los huaves como abastecedores de los productos marítimos que
circulaban en las cabeceras políticas coloniales.
Desde el siglo XVI, y particularmente en los Libros de
Tasaciones o en las Relaciones Geográficas, los datos en las listas de
mercancías con las que los pueblos pagaban sus tributos a la Corona reflejan al
camarón y al pescado como productos específicos del mar y a los huaves como sus
principales tributarios con este tipo de productos.
En 1580, el alcalde mayor de Tehuantepec, Juan Torres de
Laguna, elaboró una lista en la que describe y ubica a ocho poblaciones huaves
que dominaban y controlaban los afluentes que ascendían por el río Tehuantepec
desde las saladas lagunas.
En este documento, uno de los primeros que existen de la
región, deja especificado la existencia de una isla en medio de las extensas
albuferas, donde se asentaban los pueblos de Guazontitlán y Ocelotlán, a los
que hoy se conocen con los nombres de San Mateo del Mar y Santa María del Mar.
En 1674, Burgoa, en su Geográfica descripción, sugirió que
los huaves eran originarios de Nicaragua, después de que un fraile de este país
entendiera una conversación en huave entre un sacerdote y su criado, de lo que
extrajo dos hipótesis, la de buscar inútilmente un parentesco con la subfamilia
mangue y la que sostiene que los huaves procedían de Centroamérica, desplazando
a los mixes que habitaban anteriormente el istmo.
No obstante, durante el periodo precolombino, los huaves ya
representaron un importante apoyo comercial a los comerciantes mexicas, cuando
esta región constituía una zona estratégica para las rutas comerciales, entre
el altiplano central y la región del Soconusco. Por aquella época este grupo
étnico ocupaba una importante parte de la costa al sur de Tonalá, en la que
tenían como vecinos cercanos a los zoques de los Chimalapas, en el hoy estado
de Chiapas.
El control que ejercían sobre las salinas del Istmo de
Tehuantepec era claro, extendiéndose por el occidente hacia la zona chontal de
Astata Huamelula. Sin embargo, este control sobre el territorio se redujo a un
conjunto de poblaciones costeras, debido a la libertad que los huaves concedían
a los comerciantes mexicas en su paso hacia el Soconusco y que provocó la
incursión de los zapotecos en el istmo.
Estas poblaciones, a cuyos pobladores se les conoce por
"mareños", con el tiempo cambiaron de nombre, viniéndose a llamar San
Mateo, San Dionisio y San Francisco del Mar, actualmente principales puntos
geográficos en la localización de los huaves.
Huave es un término propiedad de los zapotecos, creándolo
para definir a los integrantes de esta etnia y que significa "gente que se
pudre en la humedad", desde luego un término descriptivo si se tiene en
cuenta lo que el agua significa para este pueblo. Además de
"mareños", a los huaves también se les conoce por huazantecos, y
clasifican a los hombres en tres categorías: a los extranjeros moel, a los del
istmo missig, y a los componentes de poblaciones que hablan el huave mero
ikooc, que significa "verdaderos nosotros".
El territorio donde habitan se ubica en el litoral del Golfo
de Tihuantepec, en dos de las terceras partes de una extensión de 40 Km. que
separa el océano Pacífico de las dos grandes lagunas conocidas como Mar
Superior y Mar Inferior.
Pertenece al distrito de Tihuantepec y económicamente
dependen del enclave petrolífero de Salina Cruz, la ciudad con un mayor índice
de crecimiento en las últimas décadas en el estado de Oaxaca.
La filiación lingüística del huave es incierta. Radin lo
catalogaba dentro del grupo zoque-maya-totonaco, en 1916; sin embargo, a
mediados del siglo XX, Swadesh, lo ubicaba en el grupo macro-mixteco; pero para
otros, como a Lomgacre, les resulta un grupo lingüístico totalmente
independiente.
En cambio, para los huaves, su lengua así como sus
antecedentes, provenían de Perú o Nicaragua, apoyándose en la crónica de
Burgoa, que recoge la anécdota vivida por un fraile nicaragüense en el siglo
XVII, la del dialogo mantenido entre un sacerdote y su criado.
La pesca, agricultura y ganadería son, por este orden, las
actividades productivas de las que subsisten los huaves, a la que hay que
añadir la importancia que la artesanía tiene en sus economías. Los hombres son
los encargados en la fabricación de redes y atarrayas, mientras que el bordado
de servilletas, huipiles y manteles, son tareas que llevan a cabo las mujeres.
El hecho de que la producción artesanal esté fomentada por
distintas dependencias gubernamentales ha provocado que el mercado se haya
saturado, lo que ha obligado a las cooperativas de artesanas a evolucionar y
diversificar los antiguos diseños y tintes originales para aumentar la
producción, una situación que no ha alterado que las materias primas continúen
siendo las mismas en el modo tradicional de tejido con las remotas técnicas del
telar de cintura.
Con respecto a sus viviendas, aunque se van generalizando en
un tipo de vivienda más de nuestro tiempo y con materiales más actuales, aún es
posible encontrar las tradicionales casas hechas de horcones, carrizo enjarrado
y palma real, especialmente en San Mateo del Mar.
Sus patios, sobre los que se construyen enramadas, sirven
tanto como espacio para el descanso como para el trabajo, y al igual que en él
se cuelgan las hamacas también se ponen a secar el pescado y el camarón.
Se podría decir que el patio es el espacio más utilizado de
la casa, en el que también se recibe a los visitantes y donde generalmente se
sitúa la cocina, que consiste en fogón y horno, lo que deja el interior
prácticamente para exclusividad del dormitorio.
Las creencias religiosas de los huaves son católicas, desde
el siglo XVI, tiempo en el que comenzó la evangelización, discontinua, llevada
a cabo por los dominicos, lo que dio como fruto la fusión armónica entre las
divinidades cristianas y las vernáculas.
Para los huaves, entre dios y los hombres, existe una amplia
cadena de santos, vírgenes y monteoks, que actúan como intermediarios y centralizan
las actividades del culto. Los cerros de la comarca son lugar donde se refugian
los monteoks, desde que abandonaron las comunidades huaves por la pérdida de la
tradición y el respeto, desde ahí gobiernan a las fuerzas naturales y se hacen
presentes en los rayos y relámpagos que cruzan el horizonte.